viernes, 23 de noviembre de 2012

Atrás de los Pinos


Atrás de los Pinos


















¿Alguna vez has visto una historia,
Tocado una memoria.
Has olido el miedo,
Leído un rostro ajado,
Te ha congelado el mismo viento,
Que los paralizó a ellos,
Y sentido que tu cuerpo se ahoga en sus llantos?
















Estaba caminando en esos campos vacíos,
Escondiéndome detrás de los abedules blancos,
Tocando el columpio abandonado,
Rodando en la pequeña pendiente
Que conduce al lago
Alrededor del cual
Ellos tenían que correr cada día.


Atrás de los pinos,
Adonde yo no pude ir
Y tú no alcanzas a ver,
Hay un cementerio.
Guarda un minuto de silencio
Por los pequeños indígenas que fueron secuestrados en las escuelas residenciales. 

Por Julián Gutiérrez Castaño
Fotografías de Melinda Enns




Behind The Pines


Behind the Pines




















Have you seen a story,
Touched a memory,
Smelt the pain,
Read an old face.
Felt the same old wind,
That they did,
And noticed that your whole being is drowning?



I was wandering in those empty fields,
Hiding behind the white bark birch trees,
Touching the abandoned swing,
Rolling on those small hills,
Near the round lake,
Where they had to run every day.





















Behind the pines
Where I could not go
And you cannot see,
There is a cemetery.
Keep a minute of silence
For the kids that were forced
Into Residential Schools.

By Julián Gutiérrez Castaño
Pictures by Melinda Enns



domingo, 16 de septiembre de 2012

!Muerte a los Turistas!


¡MUERTE A LOS TURISTAS!
Julián Gutiérrez Castaño
2007

Suzanna y yo nos miramos el uno al otro con la respuesta en los labios, mientras el niño extendía su palito repleto de mochilitas tejidas a mano a medida que se nos acercaba. Él ni siquiera habló, no dijo nada, solo le pasó su mercancía a Suzanna, ella la recibió, la miró y dijo “es muy bonita, pero no estamos comprando nada”, mientras yo reforzaba sus palabras explicándole que solo estábamos caminando, “Superman, estamos caminando hasta el faro para ver el atardecer”. El niño llevaba puesta una camiseta de un azul desgastado por el sol y el mucho uso, con la súper ‘S’ en el pecho, retomó las mochilas con el mismo silencio con el que nos las había pasado y comenzó a caminar con nosotros.

Suzanna y yo nos miramos un poco desconcertados, no sabíamos qué hacer con el enano que se había autoinvitado. Seguimos caminando mientras ella comenzaba una conversación.
-¿Y tú, cómo te llamas?
-Luís Alberto.
-¿Cuántos años tienes Luís Alberto?
-Cuatro.
Suzanna notó que Luís Alberto no le quitaba el ojo a un paquete de papas que yo llevaba en mi mochila. De repente el extendió la mano y las tocó. “Qué, se va a robar las papas”, le dijo ella con su mejor acento costeño en tono de broma y tomándolo de la mano. Él se puso un poco nervioso y soltó mi mochila sin decir una palabra, pero no soltó la mano de Suzanna.

En ese momento ya habíamos abandonado el camino principal y atravesábamos el desierto. Luís Alberto empezó a hablar de Maicao; a fruncir el seño preguntándonos si habíamos visto alguna vez “la cara de soldado”; a detenerse, mirar alguna rama con cuidado, calculando su altura y diámetro antes de coger impulso para saltársela. Yo hacía las veces de guía, Suzanna reía con los saltos del pequeño Superman, que a veces llamaba a las cosas en español, y otras veces las llamaba en wayunaiqui, su lengua materna. A ratos se burlaba de nosotros, que siendo tan grandes no sabíamos las palabras más básicas del vocabulario wayú.

“Caminito, caminito”. Me dijo Luís Alberto corrigiendo la dirección que yo estaba tomando y encauzándonos por una trocha invisible para nuestros inexperimentados ojos. El caminito de Luís Alberto resultó ser una pendiente que Suzanna y yo apenas podíamos subir, muchas veces teníamos que agacharnos y utilizar las manos para agarrarnos de la inestable tierra de la colina. En cambio Luís Alberto subía sin problemas, con el palito lleno de mochilitas sobre su espalda y una sonrisa de orgullo.

Desde lo alto de la colina, justo en el lugar donde se erguía el faro, una decena de niños comenzó a arrojarnos piedras, al tiempo que gritaban “váyanse, no los queremos, ¡invasores!”. La pedreada duró un par de minutos, hasta que un irresponsable padre de familia les ordenó que dejaran de arrojarnos rocas. El grupo invasor, o sea nosotros, estaba compuesto por dos caminantes convencidos de que la belleza de la naturaleza se aprecia más cuando nos acercamos a ella lentamente, a la velocidad humana; y un niño representante de la cultura wayú, la etnia indígena predominante en La Guajira, habitante ancestral de esas tierras. Afortunadamente, estábamos bastante lejos para que los proyectiles llegaran y ninguno de nosotros tres fue herido.

En la cima de la colina buscamos un lugar tranquilo desde el cual contemplar el atardecer, sacamos nuestro banquete consistente en agua, un paquete de papas fritas –él mismo que Luís Alberto miraba con deseo-, dos paquetes de maní salado y dos paquetitos de galletas dulces. Cuando los tres acabamos el festín le preguntamos a Luís Alberto si era que no iba a vender sus mochilas, él las volteó a mirar como si apenas hubiera recordado que las llevaba consigo. Yo dije “esos turistas de mierda, si vio lo irrespetuosos”, recordando que cuando subimos un niño turista de diez años había agarrado las mochilas bruscamente y había acosado a Luís Alberto preguntándole por precios y diseños que no tenía. Luís Alberto cogió una piedra y se la arrojó al sol gritando “¡muerte a los turistas!” Suzanna y yo soltamos la carcajada.

Un adulto, tal vez el mismo padre irresponsable de los niños turistas que nos habían atacado, tomó a Luís Alberto bruscamente del cuello, mientras le decía a su esposa “tómame una foto con mi amiguito”. El niño sonrió forzado cuando la cámara hizo click.

Ese grupo de turistas había llegado hasta el Cabo de la Vela pagando un tour Express que dura un día, como promocionaba un guía “Uribia, la capital indígena de Colombia, antigua capital de La Guajira; Manaure y sus salinas, el Parque Eólico; el Pilón de Azúcar; el Faro; y el Cabo de la Vela”. Los y las turistas atraviesan el desierto en camionetas Toyota burbuja y vans con aire acondicionado, llegan completamente limpios, y se van como llegaron. Lo hacen todo en un solo día, así evitan tener que comer “la comida insalubre y monótona de los indios”. Es un poco más costoso, un poblador hace el mismo viaje, ida y regreso, con menos de $45.000, mientras que un turista gasta al menos $120.000 en sólo transporte. El turista es pragmático –algunos diríamos estúpido- y está dispuesto a pagar lo que sea por el valioso tiempo y la comodidad.  

En el mundo hay muchas pinturas rupestres, cientos de cavernas tienen sus paredes pintadas con dibujos coloridos realizados por antiguas culturas que habitaron esos lugares. Esas pinturas han perdido su color, pero cuando están húmedas los colores brillan un poco, así que los turistas les arrojan coca cola, agua u orines para hacer que ‘sonrían’ frente al click de sus cámaras. La foto sale perfecta, pero el arte milenario se deteriora mucho más rápido a causa de la humedad y los flashes de las cámaras. Los turistas se orinan en las pinturas para que brillen, igual que aquel turista se meó encima del pequeño Luís Alberto para que sonriera.
En Mingueo, uno de los tantos pueblos que la Sierra Nevada de Santa Marta acorrala contra el Atlántico, Suzanna y yo ocupamos una habitación donde el agua tenía excelente presión, además era tan fresca como toda el agua que nos regala la Sierra. Cuando salimos a cenar vimos que la gente andaba en las calles con sus toallas, “¿qué será?”, nos preguntamos. Después descubrimos que la gente del pueblo se tiene que bañar en el río, pues la mayoría de las construcciones no tienen duchas. Eso es una maravilla, dirán algunos, ojala todos pudiéramos bañarnos en ríos de aguas cristalinas como los que bajan de la Sierra. Pueden tener razón, pero no es justo que los turistas tengan acceso a duchas de presión, mientras los pobladores ni siquiera tienen servicio de agua en sus casas. En las islas del Caribe un turista tiene en promedio diez veces más agua no salada que un isleño, y no es porque a los isleños no les guste el agua. La dignidad es una parte del precio que pagan las economías que viven del turismo.

Luís Alberto no planea matar a ningún turista, y así lo estuviera pensando seriamente, sus cuatro años, sus 80 cms. y sus menos de veinte kilos no lo ayudarían; sería imposible así tuviera no solo la camiseta, sino también la capa, los pantalones, las botas, el crespo y hasta los calzoncillos de Superman. Muerte a los turistas significa muerte a la práctica de orinar encima de las pinturas rupestres; tener privilegios que las personas que viven en los sitios turísticos no tienen; recorrer el desierto en lujosas camionetas 4 x 4 con aire acondicionado mirando con desprecio a los viajeros y pobladores de a pie; llegar a los lugares más sagrados y hermosos de la tierra dejando una estela de contaminación para sacar una foto que se convierta en evidencia de que allí estuvieron. En el futuro, esas fotos de mal gusto serán la única evidencia de que lugares así existían, el turismo habrá contribuido a acabar con ellos. Por eso nos unimos a Luís Alberto en su grito de batalla ¡Muerte a los turistas! Es hora de poner en práctica otras formas de relacionarnos con la naturaleza y las personas cuando estamos viajando y redescubriendo lo hermoso que es el mundo.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Toronto, are you violent and racist?


Toronto, are you violent and racist?

 Julián Gutiérrez Castaño
September, 2012

Toronto, are you violent and racist? I’m not asking you if you are more violent and racist than Detroit, Los Angeles, Chicago, or other cities that you consider more violent and racist. I’m asking you about yourself, I’m asking you to look at your insides, see yourself for what you are and answer me with all honesty.

Little Gangster and his epic battle against Poor Ryan Reynolds

About a week ago I was having beers with a friend at a popular patio/pub in Parkdale, my neighborhood. The night was unraveling quietly and pleasantly, until one guy started yelling to another guy. Yelling guy looked a bit gangster, though quite little, small and skinny, with his pants sliding under his pale flat butt. Still he looked tough, like if beating up people wasn’t a strange business for him. Yelled guy, on the other hand, looked like a yuppie, a shabbier version of Ryan Reynolds. I mean, he was still a looker, but he wasn’t as tall, as muscular, and as sexy as Ryan Reynolds. For the purpose of clarity, since I don’t know the names of these two men, I’m going to refer to them as Little Gangster and Poor Ryan Reynolds.

So, Little Gangster started insulting Poor Ryan Reynolds out of the blue, who did a pretty good job ignoring him at the beginning. Eventually, the accumulation of “I fuck your bitch” and the public shame and pressure -almost everybody that was having a drink in that patio was getting involved somehow in this conflict, made Poor Ryan Reynolds stand up and confront Little Gangster. I can only recall one person saying something that didn’t aim to increase the already escalating conflict: one man yelled to Little Gangster from the back of the patio: “why are you so angry, stop being so angry!” I wanted to add “chill out, its summer!” But that wasn’t said, and it isn’t what happened:

1) Little Gangster didn’t listen and keep fucking Poor Ryan Reynolds bitch.
2) Poor Ryan Reynolds stood up and walked towards Little Gangster.
3) Little Gangster jumped the patio fence and challenged Poor Ryan Reynolds to fight outside.
4) Poor Ryan Reynolds sat down again.
5) Little Gangster kept fucking Poor Ryan Reynolds Bitch, until he lost it and jumped the fence.
6) Little Gangster ran as fast as he could.
7) Poor Ryan Reynolds chased him and pushed him to the ground.
8) Poor Ryan Reynolds came back and everybody congratulated him, his girlfriend gave him a big kiss, a champion kiss. Everybody clapped until Poor Ryan Reynolds and “Figuratively Many Many Times Fucked Bitch” sat at their tables and resumed their drinks. Little Gangster came back minutes later pretending that he had a weapon, but everybody made fun of him and booed at him. He didn’t have any weapon; he left as a dog that is used to being shooed away.

There was something in this whole scene that bothered me, at the beginning I too found Little Gangster annoying, but towards the end I was feeling some sort of sympathy for him, or at least I wasn’t feeling any sympathy for Poor Ryan Reynolds. I was thinking that if you start insulting someone and challenge that person to fight, then run away when the other person is willing to do it, and finally, come back pretending that you have a weapon when you have nothing and you know that there are going to be around 50 people insulting you, there must be something wrong with your head, more than just being an asshole. I wasn’t happy about the attitude of most people at that patio. 50 people cheering for a fight, they wanted to see blood. Should Toronto legalize bull fighting, cock fighting and give those savages an arena to see the spoiled blood that they want to see so desperately? Perhaps it’s me. I come from Colombia, a very violent country. I’ve seen many people bleeding over mindless quarrels or more serious business. I don’t get thrilled about fights anymore. The truth is that I feel scared about fights, scared to death if it’s my own fight. I didn’t sympathize either with “Figuratively Many Many Times Fucked Bitch”, rewarding violence and sexism, (talking in height pitch) “oh, my man, you’ve saved my honor, how strong you’re, almost, almost like Ryan Reynolds”.

Today I saw Little Gangster on the streets. He was talking to himself in a very loud voice, almost like yelling to the skies, was he picking a fight with the sun? It was a hot day, I would have understood that. I guess that he could scare some people. He was saying something about birds and some big shit that’s about to happen. It seems that Little Gangster ain’t Gangster at all; he’s more like Little Cuckoo. What should you do as a woman when you’re figuratively fucked by a stranger because you’re an extension of your partner’s property? What should you do as a man when a mentally disable person starts insulting you, “fucking your bitch”; beat the shit out of him? Call the Police to see how they shoot him? Because that’s the way they have been dealing with mentally ill people in Toronto streets. Anyway, I found it deeply sad that instead of getting help for his mental issues, Little Gangster is getting fifty something people cheering to see him get pounded.  

Four Policemen, a green SUV and a baseball bat

A few days ago I was going for dinner at a friend’s house. I took my bicycle –yes, I’m one of those pinkos that Rob Fatherfucker Ford wants so desperately to vanish from Toronto. About 10 blocks away from my house I had to bang at the door of a green SUV that was very close to hitting me on the road. The driver, Old White Guy, answered fucking my mother and speeding even more. I was pissed off, so pissed off, but I kept my way. I was in a bicycle, a human powered one, not even one of those electrical ones that can break the sound at 40 kms per hour. The Green SUV was always in front me, there was a lot of traffic and we just happened to be on the same road. Four traffic lights later, Old White Guy stopped, opened his door and went out of his car. I didn’t pay any attention to him, I passed next to his car and spit on it –my fault, I was enraged as I said. The window was open and my saliva landed in his front passenger seat. I have to say in my defense that it was hygienic transparent saliva, without consistency and color, not the heavy green phlegmatic kind that can inflame your anger when landing in your white shirt producing a dry sound. Old White Guy was even angrier than when I banged his door; he fucked my mother again and speeded behind me. There were four policemen in bicycles; he called their attention pointing at me.

The Police pulled me over the sidewalk, at the same time two motorcycles came towards us saying “I can’t believe it, that guy (Old White Guy) is crazy, he had a baseball bat and was planning to hit this cyclist”. So, it seems that before I spat on his car, he was already intent on hitting me with a baseball bat. I was asked for my ID. When I told them that I didn’t have my passport with me, but that I have my Colombian ID, one of the policeman told me “ah, get ready, tonight you’re going to be sent back home”, meaning that he was going to deport me that day. I said that there were 4 policemen, let’s put names on them: there was the white policeman who was cheering at the prospect of my deportation without having any idea what was going on, he’s going to be Fucking Racist Asshole. There was another white policeman who was kind and joked a couple of times; he’s going to be Funny. There was another white guy who behaved professional; he’s going to be Professional White. And there was another black guy who was very professional too; he’s going to be Professional Black.

After threatening me with deportation, Fucking Racist Asshole went with Old White Guy. Black Professional was already dealing with him. Funny and White Professional stayed with me. They questioned me, I gave them all my information and apologized, “I’m sorry; I was enraged and didn’t know that spitting in someone’s car was such a big deal.” Funny came with the baseball bat and asked “do you play baseball?” “No”, I said; “because you were about to become a baseball!” He said while swinging the baseball bat and smiling. I cringed, thanks god I always wear a helmet when I’m cycling. They searched me; I didn’t have any weapon with me. Funny liked my tattoos; White Professional was indifferent to them.

Black Professional summoned Funny and White Professional. Fucking Racist Asshole was making pals with Old White Guy. Black Professional didn’t want to let Old White Guy go, he said “this is serious stuff, he was about to hit him (me) with a baseball bat. He’s dangerous, we can’t let him go”. It seems that Fucking Racist Asshole wasn’t going to do anything, Funny and White Professional, who I guess that wasn’t so professional after all, didn’t want to make a big deal out of the situation, or perhaps they were doing their job very well, “Toronto Police: to serve and protect ( protect white privilege: check; protect white entitlement: check).” I was too nervous to say anything; I was still hanging on that deportation order that Fucking Racist Asshole was going to give me for spitting at a car while its driver was planning to smash my head into little bits with a baseball bat.

I could see why Black Professional was upset about letting Old White Guy go. I presume we shared some common ground. What would have happened if instead of being an Old White Guy, the driver had been a Young Black Guy, would they have let him go? I bet that would not have been the case. Toronto Police is infamous for its racial profiling practices, particularly against young black people. What if I was the one chasing Old White Guy with a baseball bat? Young Brown Guy, I would probably be writing this from jail and Fucking Racist Asshole would be happily working on my deportation order. I would have had a consolation though; I’d have delighted myself imagining Fucking Racist Asshole reaction when learning, after a week working his brain out to write a deportation order, that it isn’t his job to write deportation orders.

The Policemen sent Old White Guy his way, he joked about missing his baseball bat with Fucking Racist Asshole, “common, it’s a nice little bat!”, while gesturing with his hands to get it back –did I mention white entitlement, no? The Police was taking it away, I hope that he doesn’t have an extra one that he’s planning to use next time a cyclist protest because he’s about to run over them in his SUV. I was asked to leave taking a different route, they didn’t want me to chase Old White Guy after this incident. Yes, right, I’m planning to charge down the street and crash into his green SUV. Dynamite is my second name; it would be a beautiful explosion because I’m an action Hollywood movie, better than that, a third world kamikaze in a mountain bike.

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As I am writing this piece I’m being forced to use my headphones, I had been using them permanently during the last three days. This weekend Toronto is having its infamous Canadian International Air Show. I live close to Exhibition over Lake Ontario and the sound is just unbearable. It features some of the airplanes that the Canadian Air Forces uses. Hundreds, if not thousands of people came by the lake to celebrate those airplanes, along the naïve ones that were only coming to the beach to relax on a sunny day. It’s easy to find out who are the war refugees, I saw some people throwing themselves to the ground every time the CF-18 Hornet and the F-16C Falcon Fighter flew over their heads. Oh, why go for holidays to an invaded country when you can have the thrilling experience of feeling like your city is about to be bombarded from the air for free, or for a small price if you wanna chat with the pilots at the VIP section. I wonder how many of those jets have flown over the houses of people in Afghanistan, I wonder how many people have been crushed to their deaths by the same jets that flaunt their aerial tricks in the clear Toronto sky while the eclectic bodies below go about their secure daily lives.

Toronto, are you violent and racist? 

lunes, 27 de febrero de 2012

My White Vegan Anarchist Acquaintance ¡Fuck Yeah!


Two days ago I spent the day with a white vegan anarchist. The guy spent the day showing me how politically correct is he, how he eats the right kind of food, buys the right things, thinks the right way (I was confused because I concluded that he most belong to the right, but he says that he's a leftist), and how much he wants to work in solidarity with those who don’t have privilege, especially with indigenous people. Actually, he claims that he has the right to have an “Indian card”, since he has “a lot of indigenous blood running in his body”. Though that made me even more confused, I never understood if he meant that he has indigenous ancestry or if he’s talking about his ancestors killing many Native Americans and stolen the land after the bloody massacres.
During the evening, my white vegan anarchist “I wanna be an Indian, yupi!” acquaintance acknowledged his white privilege in front of a friend, who happens to be a person of color, like me. My South American friend has been looking for a job for a while, but he’s having a hard time finding a good job, he has ended up taking shitty jobs for short periods of time and lives in constant economic turmoil. He’s a professional photographer, a really gifted one, who managed to study without any family support. My white vegan anarchist acquaintance, on the other hand, doesn't have a permanent job; he just works whenever he needs to, only a couple of days per week. He is ok with this situation, because that way he has free time to “work against the system, yeah!” He can get some very well paid jobs because he has friends with money (who happen to be white too). He can get well paid jobs even when he doesn't have a college degree, because he managed to not to finish college, even with family support. But he acknowledges that he has white privilege, he's willing to recognize that in front of everybody, especially people of color that are breaking their backs trying to get a decent payment and a decent job. My white vegan anarchist acquaintance really wants to let us know, people of color, how much work he has done unpacking his privileges.
That night, after some beers at home, we decided to go to a pub. After a few beers at the pub, my by now white vegan anarchist drunk acquaintance decided that it was time to get a woman. He has a partner, they live together, but it doesn't matter, because they're very open minded people. They have the right ideas, the kind that would make the world a better place if everybody would have them, like knowing your grains of coffee (he had previously sent me and other two coworkers to the hipster coffee shop two blocks away from our office because we “need to know our grains.” Did I say that I’m from and grew up in the coffee region in Colombia? As a kid, I played many times in coffee plantations along the mountains with relatives and friends. I wonder if he could tell a coffee tree from a cacao tree?); not eating chickens because they’re very nice birds (I guess that Santiago Nassar would have disagreed strongly with him, he’d been afraid of chickens since he was a child and imagined a chicken as big as a human adult. Though, he ended up being killed by a human, not by a gigantic chicken. Chickenphobia, I believe he was diagnosed); and fighting against the system while using their white privileges, fuck yeah!
The night went on and the bill arrived, it was C$ 62 including taxes and tip. My non privileged friend only had C$ 15. I, the other non privileged in the group, had C$25. I interrupted my white vegan anarchist drunk poliamorous acquaintance to let him know that his share of the bill was C$ 22. He flipped out; and said “I just have to put C$ 11 or so”. I told him that my friend was short of money, and that I have already put all the money that I had. He said “I don’t have that kind of money; I want to have separate bills”. Then he paid with his credit card. Yes, my white vegan anarchist drunk poliamorous “I want to destroy the system, fuck yeah” acquaintance has a credit card and a debit card. Though, I have to say that they are nice, the plastic cards, they have a cute dog in the front side, it looks just like Milo before he put that freaking mask and start acting like Mr. Hyde in The Mask. He, my acquaintance, not Milo, explained that he's trying to leave the system because banks are evil, but that he isn't quite ready yet.
When the waiter brought the separate bills, our white vegan anarchist drunk poliamorous acquaintance showed us, “look, C$ 14 dollars (C$ 16 including the tip), I told you that I didn't have to pay C$ 22”. The waiter passed our bill; he apologized because he was charging us, the three people in the group, an extra beer. The bill was C$ 36, we put C$ 40 including the tip, exactly all the money that we had. I don't know what would have we done if the bill had been higher than that. My unprivileged friend is pretty much broken, and I don't have a credit card. Don't get me wrong, I also think that banks are evil and that they should be destroyed altogether with other evil things like Darth Vader, George Bush (I and II), Hitler, every single bird that has shit over me since I was a child, and that Norwegian dish of fish that looks like frozen semen with fish bones and tastes even worse than it looks; but sometimes, like that night, I wish really bad to have a credit card. I can't have one because the type of visa that I get has many limitations. I said that I'm Colombian, but did I say that embassies, immigration officials, banks, and other institutions from the Global North give me a hard time when I need them? A small example is that I can't get a credit or a debit card from the credit union where I have my money for some inexplicable reason related to my visa. Yes, I think that banks are evil and for that reason I open an account in a local credit union, but I don't go around letting people know how amazing I'm and how hard I'm working to destroy the system, fuck yeah!.
That night, my white vegan anarchist drunk poliamorous pieceofshit acquaintance managed to pay a cheap bill without losing the girl that he was going for. In Latin America, we would describe him as “someone who is ready to sell his mother to get what he wants”. He didn't have to sell his mother to get laid that night; he just had to sell his non privileged “friends”. I guess that 6 dollars are too much for his solidarity.
November 2011

Safari

Estaba leyendo un especial de Soho sobre las experiencias de algunas famosos y famosos en los años escolares. Algunos de los artículos eran bastante buenos, cosa que alegra, ya que Soho es reconocida nacional e internacionalmente por publicar artículos terribles, escritos por personas que apenas si saben leer y escribir, al lado de artículos de las y los mejores escritores de Colombia. Supongo que más los que las, ya que Soho está claramente orientada al público masculino. En fin, andaba por mi tercer artículo de la edición sobre experiencias escolares, todos escogidos dependiendo de si me caía bien la actriz o el actor en cuestión, lo cual es comenzar en el lado negativo del espectro de las y los escritores, ya que la televisión colombiana está plagada de bimbos descerebrados; cuando caí en cuenta que todos estos artículos, todas estas experiencias, todas estas famosas y famosos, habían estudiado en colegios privados. “Mierda de país que es Colombia, con esta puta élite y estas putas revistas que reflejan una experiencia social tan ajena a la de la mayoría de las y los colombianos”, me dije a mí mismo. Me perdonaran las putas que tan poco tienen que ver con los colegios privados, a no ser que sean prepagos, en cuyo caso a) seguramente estudiaron en un colegio privado, b) tal vez le hayan prestado servicios a estudiantes de colegios privados, c) seguro que le han hecho el domicilio a los rectores o a los padres de los malcriados que estudian en estos colegios.
Al tiempo que me dedicaba a estas reflexiones que demuestran mi sensibilidad por las cuestiones sociales que afectan a la mayoría de la población colombiana, me di cuenta con horror que la razón por la que estaba tan seguro que estas experiencias reflejaban la experiencia de unas y unos culigados malcriados, hijos de putos papi y mami; era porque yo también estudié en un colegio privado “de bien”, hasta que los maricas Salesianos me echaron por perder octavo grado, después de eso tuve que estudiar en colegios privados “de mal”, ya que no me recibieron en ningún colegio público, y los otros colegios privados que me aceptaron eran unos antros de mala muerte. Yo prefiero decir que antes de que los Salesianos me echarán, yo había decidido abandonar por mi propia voluntad a esa pandilla de hipócritas que se la pasaban hablando de llevar una vida de pobreza y sencillez bajo el ejemplo del viejo Chucho, mientras que ellos vivían en una casona al interior del colegio, con aseadoras, cocineras, porteros y choferes que les hacían la vida más fácil.
Ante esta contradicción, decidí asumir mi experiencia de hijo de papi y mami de clase media, y contar una de mis experiencias escolares. Que nadie vaya a llamar putos a mis cuchos, que pasaban las duras y las maduras para pagar la pensión del colegio de mi hermana, mi hermano y yo, con sus salarios pírricos de profesores en el Sena. “Qué si la cosa era tan dura porque no nos metieron a un colegio público?” Huevón, o huevona, según el género del curioso, dedíquese a leer la historia de safari que le voy a contar y deje de cuestionar todo con lupa socialista, no sea tan mamerto.
Safari era un curita salesiano retirado, yo le calculó unos ochenta años, pero con los curitas de colegio privado nunca se sabe, esos manes viven una vida muy buena y suelen llegar a viejos en muy buenas condiciones. Safari no se llamaba Safari, la verdad es que no recuerdo como se llamaba, pero nosotros le decíamos Safari porque el cuchito andaba con unos pantalones de dril a lo Indiana Jones, y un sombrero de esos que los turistas blancos utilizan en el África, o al menos en las películas que se suponen en África. El viejito Safari era un desocupado de mierda que andaba más loco que una cabra, y a pesar de que todas sus acciones indicaban que era un asesino en potencia de niños, un europeo racista que nos confundía con micos, ningún estudiante lo odiaba, hasta lo veíamos con cariño. Es que es muy difícil odiar a un viejito que se orina y se caga en los pantalones…
Recuerdo dos ocasiones en las que interactúe directamente con Safari. Cara a cara con el explorador europeo que se pensaba encarando a un clan de chimpancés o alguna vaina parecida. La primera vez me encontraba jugando una recochita de fútbol. Metegol para ser más exactos, que es un formato bastante dinámico: un pelagatos se mete bajo los cuatro palos y bota el balón lo más lejos posible, el resto de pelagatos se larga a correr como locos detrás del balón levantando una polvareda que no deja ver un culo, dentro de la nube de polvo se pelean y patean las canillas, hasta que alguien comete el chiripazo de patear el balón con dirección al arco, donde un portero enano, tronco y cegado por el polvo, ve indefenso como la bola perfora su red; entonces el suertudo que pateó el balón sin ninguna mala intensión se mete bajo los cuatro palos y comienza otro ciclo de polvo y patadas. Estábamos jugando metegol, cuando Safari saltó de la nada al mejor estilo de Indiana Jones y descargó el rigor de su correa como si se tratase de un centurión romano machacando la espalda del infortunado arquero, que no tenía la menor idea de cómo había pasado de ser el ganador del paseo a pagar los platos rotos. No contento con su primera víctima, que a pesar del dolor que le laceraba la espalda corrió sin parar hasta estar a una buena distancia del cazador. Safari continúo su cacería con los otros futbolistas, quienes a pesar de ser mucho más pequeños, corríamos más rápido que el viejito demente y pudimos escapar, en parte, porque ninguno de nosotros sufríamos de artritis, pero también porque a Safari se le comenzaron a caer los pantalones mientras corría y batía su correa cual centurión romano, al punto que el dril se le enredó con los tobillos y rodó por la cancha levantando más polvo que el que habíamos levantado diez enanos corriendo detrás de un balón.
En la segunda ocasión, también me encontraba en el campo de fútbol. Ya se habrán dado cuenta en qué consiste la educación en los colegios privados, en jugar fútbol, lo cual explica porque las élites colombianas son tan brutas, pero también contradice porque son tan panzones y troncos. Continúo, pero primero me corrijo, no me encontraba en el campo, me encontraba en la banca junto con otros cinco troncos esperando a que uno de los que si sabía jugar se quebrara una pierna para poder reemplazarlo. Así que estábamos rascándonos las picaduras de los zancudos, cuando Safari salto de la nada, bueno, no de la nada, salió de entre las matas de coca que rodeaban la casona de los curitas. No me pregunten qué diablos hacen 400 matas de coca rodeando una casa cural en el medio de un colegio privado. Ya confesé que a mi me expulsaron en octavo grado, así que nunca alcance a ver química en ese colegio, pero sí recuerdo que los laboratorios de química estaban ubicados al fondo del colegio en una pequeña islita en medio de la quebrada, camuflados entre unos guaduales inmensos que no permitían verlos desde el aire o por tierra hasta que uno se encontraba a unos pocos metros de ellos. En este punto debo aclarar, en defensa de los curitas, que los carros de traqueto, estilo carevaca narcotoyota, que se veían en los parqueaderos del colegio, no pertenecían a ellos, sino a los hijos de traquetos de mal gusto que dominaban la asociación de Padres y Madres de Familia.
Decía que Safari saltó de los arbustos con una pepa gigantesca de mango biche en la mano, y una bolsa cargada con más pepas de similar tamaño. “Qué hacía safari con una docena de pepas de mango biche?” Puedo asegurar que la primera adicción de los hijos de papi y mami con los que estudié no fue ni cocaína ni extasis, fue mango biche bañado en limón y cubierto por una capa de sal. Sí, a mi también se me babea la boca de solo pensarlo. Safari, cual cazador paciente seguía las huellas de su presa, nos observaba, tocaba y olía nuestra mierda una vez habíamos salido del baño para saber que habíamos comido, recogía las pepas ruñidas que tirábamos sin pensar que algún día se volverían contra nosotros y nos cercaba para atacarnos cuando menos lo esperábamos.
Safari apuntó su primer proyectil con precisión milímetrica contra la sien del “Presa”, a quien bautizamos así después de caer víctima consecutivamente de la correa y el misil del cazador europeo. Durante los siguientes tres días, Presa se quejó de un agudo dolor que le martillaba la cabeza, aunque no le impidió salir corriendo como alma que lleva el diablo en ese momento. Esa tarde perdimos el clásico contra La Salle, otro colegio de hijos de papi y mami con incluso más traquetos que el nuestro, y por lo tanto, con más plata. Los animales estaban acostumbrados a cometer toda clase de crímenes con impunidad, inteligencia generacional que llaman, pasada del padre mafioso al pequeño animal que más tarde se convertirá en Abogado, Ingeniero, Arquitecto, Alcalde, Gobernador, y hasta Presidente de la nación, ¿cómo creen que la bestia de Álvaro Uribe Vélez llego a ser Presidente de Colombia? Nuestro equipo perdió a un delantero víctima de una tijereta perfeccionada en los campos deportivos de La Salle, no en Francia, sino en Cerritos, Risaralda; al otro delantero le partieron la nariz de un codazo convenientemente ignorado por el arbitro; y nuestro diez todavía tiene la cicatriz de unos Puma seis taches que aterrizaron en su muslo derecho. El entrenador no encontró a un solo tronco sentado en la banca esperando la oportunidad de su vida de jugar un partido oficial, la banca entera estaba corriendo a buscar refugio en la capilla mientras el cruzado de Safari disparaba proyectiles a diestra y siniestra.
Años más tarde el colegio entero lloró la muerte del buen Safari. Yo ya no estudiaba en ese antro de la élite pereirana, aunque también lamenté su muerte y le dediqué unos segundos a su memoria imaginando en que infierno lo habría puesto Dante. “Presa” tiró la casa por la ventana con la fiesta más brutal del año, con drogas mucho más fuertes que el mango biche, el cual estaba prohibido porque le traía malos recuerdos al anfitrión. No sé qué fue del “Presa” ni de los otros hijos de papi y mami con los que estudié, pero me imagino que en algún lugar del infierno, Safari estará esperando por nosotros, cinturón en mano y una bolsa cargada con pepas de mango biche…

Febrero 26, 2012

miércoles, 3 de agosto de 2011

Juancho Siete Suertes

de Julián Gutiérrez Castaño, abril de 2008

Una noche, al calor de unos aguardientes, contaron los Agromineros del sur de Bolívar cómo fue que Juancho Siete Suertes se salvó de una muerte segura.
Cuentan que Juancho regresaba de la finca, o de la mina, o de alguna reunión con la comunidad, cuando fue retenido por los cocodrilos. También cuentan que las culebras, que habían prometido picar a los que vinieran de afuera a molestar a la gente de la comunidad, se hicieron las que la cosa no era con ellas, y prefirieron mirar para otro lado. Los cocodrilos agarraron duro a Juancho y le increparon “vos sos una culebra hp y te vamos a dar tu merecido”, pero antes lo llevaron con sus jefes, para que ellos dijeran el porqué, el cómo y el cuándo era que Juancho se iba a quedar sin suerte.
Y Juancho fue llevado ante la plana mayor de los cocodrilos, frente a las intenciones detrás de las armas. Allá estaban todos y allá todos hablaron. Paraquito, Polocho y Milico sólo dijeron que si a todo, aunque todavía no habían escuchado nada. Político dijo que por comunista. Conservador dijo que por ateo. Agroindustrial dijo que por no poner la tierra a producir. Ganadero dijo que por ladrón de ganado. Empresario dijo que por sindicalista. Ciudadano no dijo nada, pues estaba embobado viendo las noticias de RCN. Embajador dijo que por oponerse a las valores esenciales del mundo occidental y a la libertad del comercio. Y Presidente dijo que por terrorista y enemigo de la democradura.
¡Ay! Juancho Siete Suertes pensó que hasta ahí le había llegado su apodo, que en el futuro sería apodado Juancho Mala Suerte, aunque igual no importaba, porque para él ya no habría futuro. Los jefes continuaron con su veredicto, “a Ganadero y Agroindustrial le corresponderán las tierras de Juancho. A Empresario le tocan los hijos de Juancho. A Embajador le corresponderá un precio favorable por todo lo que produzcan Empresario, Agroindustrial y Ganadero. A Conservador le queda el alma de Juancho. A Político y Presidente les toca la gloria de los justos y la administración de cualquier negociado que se genere a partir de la muerte de Juancho. A Ciudadano, la noticia reconfortante y la seguridad democrática. Y a Paraquito, Polocho y Milico les toca María, la esposa de Juancho, y el placer de ser los verdugos”. El jurado se pronunció, “Muerte inducida de la manera más humanamente posible por descuartizamiento con sierra eléctrica”.
Grr, Grrr, Grrrr, Grrrrrrrrr, Paraquito encendió la motosierra y Juancho cerró los ojos resignado a lo peor. Y justo en ese momento, una idea iluminó la cabeza de Juancho, “Esperen, no me pueden matar con esa motosierra, miren esa cadena y esa cuchilla, están todas mohosas, oxidadas, así no me van a matar ustedes sino la gangrena”. Milico, Polocho y Paraquito protestaron, dijeron que ellos estaban acostumbrados a hacer el trabajo con aparatos sucios, que por algo los llamaban ‘los que hacen el trabajo sucio’, y que les daba igual si el crédito se lo llevaba la gangrena o ellos. Además, les preocupaba que el gallinazo negro que tenían por mascota tuviera que esperar más tiempo por las sobras. Mas Conservador, Político, Presidente, Embajador, Empresario, Agroindustrial y Ganadero –Ciudadano, ni se entero de la discusión, pues estaba viendo la telenovela- se quedaron pensando, “Es cierto, que va a pensar la gente de nosotros, de la autoridad. Este hombre tiene razón, hay que descuartizarlo con una cuchilla y una cadena limpia”. Entonces, resolvieron mandar a comprar cadena y cuchilla nueva para darle una muerte higiénica a Juancho Siete Suertes.
Un cocodrilito cualquiera fue encargado de bajar al pueblo a comprar los repuestos nuevos, brillantes y ojalá inoxidables, para no volver a pasar por una vergüenza de esas. Mientras Juancho esperaba la hora de su muerte, decidió jugarse su última carta. Y es que Juancho, más que suerte, lo que tenía era una lengua que lo había salvado de unas y le había ganado su merecido apodo. Juancho habló con Paraquito, Polocho y Milico, “Yo no sé ustedes pa’ que me van a matar si yo soy tan pobre, campesino e iletrado como ustedes, ¡yo soy uno de los suyos!”. Se acercó al oído de Conservador, “Yo una vez escuché que en la Biblia decía no matarás”. Le apagó el televisor a Ciudadano, quien se alistaba para ver ‘Pasión de Gavilanes’, mientras le decía, “Hermano, tenga en cuenta que la ignorancia no lo hace inocente, sólo lo hace un cómplice pasivo”. Le susurró a Político, “Los comunistas, también somos humanistas”. Tuvo un pequeño foro económico con Empresario, Ganadero y Agroindustrial, “Ustedes para que más plata y más tierra, más bien trabajemos para que todos tengamos y ya van a conocer la verdadera seguridad”. Habló claro con Diplomático, “Hace 230 años ustedes se independizaron de Inglaterra, ahora dejen que Colombia sea realmente independiente”. Y fue franco con Presidente, “Yo no soy terrorista, yo antes quiero acabar con el terror que me produce ver un estudiante sin escuela, un enfermo sin hospital, un campesino sin tierra, una familia sin casa y un trabajador sin seguridad laboral. Además, en la Constitución dice que Colombia es un país diverso, ¡yo tengo derecho a existir!”.
Horas más tarde volvió el cocodrilito del pueblo. Venía cansado, pues la loma que había que caminar de regreso era durísima. Venía con una cuchilla y una cadena nueva para la sierra eléctrica. Con él regresaba Sapito, un amigo que siempre les pasaba información de dudosa veracidad a cambio de dinero de muy clara procedencia, los impuestos de los y las colombianas. Cuando Sapito vio a Juancho dijo, “Ese man no es la culebra que ustedes andan buscando, ese man es Juancho Siete Suertes, con él no hay problema, además es el esposo de mi prima, la María”. Y todos, Presidente, Conservador, Empresario. Agroindustrial, Ganadero, Diplomático, Ciudadano, Paraquito, Polocho y Milico, sintieron un alivio por dentro, como si cada uno hubiera acabado de soltar la pesada motosierra que estaba cargando su conciencia. En el fondo, todos se alegraban de quedarse sin excusa para matar a ese tipo tan simpático y acordaron dejar ir a Juancho Siete Suertes, no molestar a su familia y dejarlo vivir en paz en su tierrita.
Cuentan los Agromineros que así fue como Juancho Siete Suertes se salvó de una muerte segura. Pero también cuentan que ni todos ni todas tienen la suerte y la lengua de Juancho. Por eso esperan que las palabras de Juancho hayan calado en el corazón de los cómplices, los violentos y los poderosos, y que las promesas de paz que le hicieron a Juancho sean una promesa para todas las comunidades agromineras, campesinas, pescadoras, negras e indígenas de Colombia.